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EPISTEMOLOGÍA DE LA DOCUMENTACIÓN – Antonio García Gutiérrez

Foto del escritor: StonbergStonberg

La Epistemología es la teoría que se ocupa del conocimiento científico. Así lo afirma, el influyente Diccionario de Filosofía de Ferrater Mora en su tomo II, parcamente y en un tono un tanto despreocupado en relación a la inquietud que su invocación alienta entre los científicos y al tratamiento solemne que, el mismo diccionario, le otorga a otras voces menos relevantes. Tradicionalmente —continúa el Ferrater—, en España se le ha llamado Gnoseología, a tal actividad teórica, o ambas expresiones han sido consideradas como sinónimas. Mas, probablemente, en parte por ser empleada esta última por tendencias filosóficas de orientación escolástica y, en parte, debido a la influencia anglosajona, comenzó a reonrientarse la Gnoseología hacia la teoría de un conocimiento sin adjetivaciones en tanto se reservaba la Epistemología para dilucidar problemas relativos al conocimiento científico (Ferrater, 2001:1094). Más generoso con la explicación del vocablo se muestra, paradójicamente, el modesto Diccionario de Filosofía Penguin, anglosajón y de bolsillo, que enuncia la Epistemología como «rama de la Filosofía que investiga en la naturaleza y las posibilidades del conocimiento. Trata también del alcance y límites del conocimiento humano y de cómo éste se adquiere y posee. Investiga, también, nociones relacionadas con el mismo como percepción, memoria, prueba, evidencia, creencia y certe- za» (Penguin Dictionary, 2000:174 ss.). Acudiendo a otras obras de referencia, encontramos acepciones que reiteran el sentido mencionado. Hay que abordar a fondo trabajos de afirmación epistemológica como los de Bachelard (1989), o de cuestionamiento y negación radical como los de Boaventura Santos (1989, 2001), Edgar Morin (1996), Michel Maffesoli (2007), Bruno Latour (1995) o Richard Rorty (1983), para encontrar las condiciones y exigencias que tal teoría, impulsada por unos y rechazada por otros, requiere a los saberes modernos en su proceso de construcción. Definir unívocamente, clasificar rigurosamente, argumentar consistentemente y con lenguaje preciso, verificar hipótesis inductivamente, validar resultados fiablemente, son expresiones comunes en los tratados que fomentan la Epistemología. Y con no pocas repercusiones prácticas y extracientíficas en el mundo cotidiano de los investigadores. En este libro vamos a hablar mucho de Epistemología. Pero definir, poner límites y, especialmente, clasificar, no figuran entre sus objetivos aunque, muy a mi pesar, sería ingenuo pensar en la posibilidad de una desvinculación definitiva de todo ese lastre cognitivo y cultural que fuera engendrado en la edad de oro de la ciencia. Sin embargo, tomar conciencia plena de la arbitrariedad de ciertos límites sería ya un buen punto de partida. Suficientes límites tienen ya nuestro lenguaje, nuestra cultura, nuestra identidad, nuestra memoria, nuestro conocimiento, como para continuar elaborando límites. Nuestra industria del límite es lo único verdaderamente ilimitado. Definir, demarcar, depurar, clasificar, regular, norma-tivizar, normalizar, controlar, son exigencias de las tareas científicas habituales o, mejor, exigencias epistemológicas de tareas que producen un cierto modo de conocimiento. El obje-to, que nos traemos entre manos, cumple con creces, y doble-mente, esas exigencias epistemológicas pues no solamente la Documentación, llamemos inicialmente así al objeto en cues-tión, como disciplina que ha buscado desoladamente un estatuto científico —un estatuto exclusivo y autónomo, además—, ha debido someterse a severas directrices epistemológicas, sino que la naturaleza de su constitución misma y de sus herramientas más consagradas son definidoras, demarcadoras, clasificadoras, hiperreguladoras y, por lo tanto, disyuntoras, excluyentes, mutilantes, difusas a bases de tanta carga de rigor y autoexigencia. A medida que el ojo se acerca a un objeto, éste se vuelve borroso y desaparece a la vista. Y, sin embargo, la diversidad de sus configuraciones sigue ahí. Y, sigue paradójicamente ahí, en incesante estado de cambio. Ésta será una de las esenciales contradicciones epistemológicas que nos autorizará, posteriormente, a realizar algunas negaciones y reclamaciones.

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