Aviso para los lectores: La noche de los cuchillos es un libro peligroso. En las primeras páginas empiezas a aguantar la respiración y hasta después del primer «accidente» puede que no te acuerdes de tomar aire otra vez. Porque La noche de los cuchillos es un libro lleno de intriga. Pero aún hay más: también tiene un poco de todo al estilo de los buenos best-sellers: una trama emocionante, unas pinceladas de historia, algo de amor, una pizca de sexo… Ideal para olvidarse un rato de todo, aprender algunas cosas y acompañar a unos personajes del siglo XXI marcados, sin saberlo, por hechos que ocurrieron muchísimo antes. Pero a diferencia de los best-sellers que estamos acos-tumbrados a leer, Marcos no tiene detrás suyo a un ejército de documentalistas, asesores, secretarios y escritores en la sombra que a sus órdenes fabrican una historia creada en un laboratorio. Lo que hay detrás de esta historia es el trabajo genuino de un experto en empresas que un día se dio cuenta de que aquel cuento que se inventó para sus hijos una noche (esperemos que en versión apta para menores), podía crecer hasta convertirse en su primera novela. Y decidió investigar, y leer, y preguntar, e inventar… Y se sumergió en la apasionante tarea de poner orden a aquel batiburrillo de hechos reales y a las historias que surgían de su imaginación. Hasta el momento, el autor había escrito ensayos profe-sionales, un género que requiere conocer bien el tema y expresarse con claridad y de la forma más atractiva posible (cosa que parece que se le da bien). Pero una novela es otro mundo: solo el escritor puede fijar las normas. No existen índices con apartados y subapartados que ordenen las ideas. Puedes hacer lo que quieras, pero no todo funciona. Tanta libertad —y el riesgo de equivocarse— puede abrumar, pero sé que Marcos ha vivido con mucha intensidad esa experiencia. Y se nota. Me encanta la ciudad de Solsona, el escenario principal de la novela. Leyendo he vuelto a pasear mentalmente por su magnífico casco antiguo. He oído otra vez el sonido de las campanas de la catedral y del agua de las fuentes, que hasta ahora me parecían tranquilizadores; he entrado por los portales y he andado por las calles sinuosas. Me he parado a observar la Torre de les Hores y también he visto en algún escaparate orgullosos recuerdos de los Gegants Vells y de su extravagante Carnaval. Pero esta vez todo me ha parecido más misterioso y siniestro. ¿Y si dentro de alguna casa antigua y perfectamente conservada hirviera un rencor de generaciones que pudiera estallar en un terrible asesinato? El odio, la envidia y la traición pueden surgir en todas partes, incluida también, ¿por qué no? una de las ciudades catalanas con más encanto. Y en el libro la ciudad sale de la postal para mostrar sus pasiones: de las más nobles a las más inconfesables. Cuando llegue a mi apacible calle esta noche, por si acaso, me daré la vuelta para asegurarme que no me siga nadie. Que mis ancestros parecen muy pacíficos en las fotos, pero quien sabe si algún día tuvieron un mal momento y ahora sea yo quien tenga que pagar el pato…
Agnès Rotger
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